Este paraje está situado entre el Caserío “El Vínculo”, la Cañada Real “Andalucía-Valencia”, la laguna de “Los Ojos de Villaverde”, los molinos de Villaverde y la carretera N-322. Contiene un bosque de frondosas y espectaculares sabinas “albar” (Juniperus thurifera), especie protegida, que da nombre a este paraje: “El Sabinar”. 



El sabinar es un tipo de vegetación muy particular, característico de los lugares donde apenas hay un poco de tierra vegetal, donde, pese a la austeridad de los pinos, éstos no pueden desarrollarse adecuadamente y donde las condiciones climáticas son, en general, un tanto extremas.

En el estudio del medio ambiente hay una palabra clave: competencia. La lucha por la luz, la lucha por el sustrato, por el espacio vital. La competencia es cada minuto de cada día y generalmente termina con un equilibrio de fuerzas entre los contendientes o, por el contrario, esta lucha termina con la desaparición (desplazamiento) de alguno de los contendientes.

El hecho de hacer este comentario es porque las especies que denominamos “sabinas” tienen mayor fuerza de competencia en los lugares antes mencionados de carácter extremo. Son auténticos supervivientes, como los pobladores de Robledo.

La sabina albar (Juniperus thurifera) es una especie muy antigua, con origen en el Terciario. Ha llegado hasta la actualidad gracias a su capacidad de vegetar en ambientes tan difíciles que le evitan competir con otros árboles más agresivos. Está emparentada con los cipreses y comparte con ellos su forma piramidal y hojas en forma de escama adheridas a las ramas.

No es un árbol grande, si bien ejemplares viejos alcanzan alturas de 20 metros y más. Su crecimiento es lentísimo, con un engrosamiento medio del tronco de 3 mm/año, porcentaje que puede aumentar considerablemente si las condiciones ambientales son favorables. El sistema radicular es profundo, con una parte de raíces de carácter superficial para aprovechar lluvias escasas.

Las sabinas tienen sexo. Hay árboles macho, que forman sus conos masculinos muy temprano en primavera, y árboles hembra, reconocibles fácilmente por estar llenos de gálbulos (nombre que recibe el fruto de la sabina). Es el viento quien transporta el polen de unos a otras. Los bosques de sabinas siempre tienen más machos que hembras ya que en situaciones de crisis (como sequías extremas ...), las segundas sufren una mayor mortandad al estar cargadas de gálbulos y ser más difícil por ello disminuir su transpiración.

Es todo un lujo desde el punto de vista botánico el poseer un tipo de vegetación tan interesante y tan particular. En España, los sabinares no son frecuentes.

Durante cientos de años, las sabinas han sido un elemento básico del paisaje pero su presencia se ha ido reduciendo por la utilización humana. Las sabinas han proporcionado comida y cama para el ganado ovino robledeño, fundamentalmente en los días de fuertes nevadas. Para ello, los ganaderos de Robledo cortaban las ramas de las sabinas hasta prácticamente desnudar el árbol.

El porte natural de la sabina joven es piramidal, no se desrama, pues carece de poda cuando forma los típicos bosques abiertos, con grandes espacios entre los individuos. Ello permite a las ramas inferiores crecer en longitud y grosor año tras año, de manera que cubre prácticamente el suelo e impide que entre la luz.

Cuando la sabina es adulta su copa se redondea y las raíces, al ser muy superficiales y como también han crecido en grosor, se hacen muy prominentes. El aparato radicular es muy somero y muy extenso para poder captar con eficacia hasta la más mínima precipitación.

La sabina coloniza suelos muy pobres en nutrientes y la austeridad del clima retarda más aún si cabe la humificación de los restos orgánicos que caen al suelo.

Cuando estos elementos minerales del sustrato son incorporados a la planta, el suelo se empobrece hasta la llegada de nuevos restos orgánicos. Al caer las hojas escuamiformes se origina, en la superficie del suelo y bajo mismo de la copa, un fino estrato de materia orgánica en descomposición que constituye un importante almacén de nutrientes, los cuales terminarán humificándose y retornando a la solución del suelo y así nuevamente estarán disponibles para ser absorbidos por las raíces.

Por otra parte, la descomposición referida se hace posible porque la copa es muy espesa, lo que genera un microclima mucho más atenuado y más húmedo que el macroclima circundante. La consecuencia es que el sabinar desplaza, por competencia, al matorral heliófilo por la sombra que llega a generar.

Cuando el pastor corta las ramas para alimentar a su ganado tiene lugar la exportación de los nutrientes, no se completa el ciclo anteriormente comentado y si la acción es repetitiva e intensa se produce el empobrecimiento de la estación. El suelo pierde los nutrientes que se originan por descomposición de las hojas, también se pierde la humedad edáfica al reducirse la densidad de ramaje en la copa y fundamentalmente la sabina pierde sus nutrientes humificados. A esto hay que añadir que, al disminuir la sombra, pueden entrar especies de matorral que competirán con la sabina por los elementos nutritivos del sustrato.

La contrapartida de este proceso es que al sestear el ganado en las proximidades de las sabinas éstas se benefician de las deyecciones y deposiciones que generan un mantillo muy especial. Además, debido al pisoteo y al consumo del propio ganado se eliminan ejemplares representantes del matorral. De esta forma, se recupera el equilibrio perdido.

Las semillas germinan con dificultad, y hacerlo artificialmente supone tratamientos con ácidos y estratificación en frío durante meses. En el campo ayuda el tracto digestivo de un animal, y lo que antaño eran cérvidos u otros herbívoros, hoy son el ganado y pequeños animales como zorros o aves frugívoras (principalmente zorzales) los que dispersan las semillas.

La sabina es hoy un árbol montano en toda su área de distribución. Aparece en algunas laderas de solana en los Alpes franceses, en una estación en los Pirineos, en las parameras castellanas y aragonesas y en el Atlas norteafricano, donde llega a subir hasta los 3.000 m sobre el nivel del mar. La estación a más baja altura (300-400 metros) del mundo donde vegetan las sabinas son Los Monegros, en el Valle del Ebro.

Las especies de aves que construyen nidos en ramas (desde el águila culebrera al verdecillo) acomodan su distribución en la región a la de la sabina, pudiéndose observar en “el sabinar” de Robledo. En un lugar donde en verano se alcanzan los 40ºC, algo tan simple como la sombra es vital para muchos organismos, por lo que debajo de las sabinas se refugian liebres, perdices y demás fauna terrestre. Y si al efecto protector del follaje del árbol se une que en invierno capturan la humedad de las nieblas o sirve de esponja cuando llueve, soltando después siempre el agua lentamente, a los pies de las sabinas se desarrolla una flora nemoral ausente en la estepa desarbolada, ya que desaparece cuando el árbol se elimina.

En la actualidad, la sabina albar es una especie protegida y no se puede talar. Hoy en día es un árbol apreciado sólo por sus valores ecológicos y estéticos y las nuevas generaciones han olvidado ya todos los otros usos que tuvo en el pasado. Al ser una madera muy dura y que pocos insectos atacan, los albañiles de Robledo la usaban tradicionalmente como viga en la construcción y como puente para soportar el peso de los tejados. El ramón lo empleaban también realizando la función de rellenar el hueco entre los maderos que hacían de viga para colocar la teja.

La resistencia al agua de la madera de sabina es proverbial y por ello los robledeños la buscaban para fabricar tapaderas de tinajas (donde se guardaban y aún se guardan los productos de la matanza del cerdo, vino, aceite, agua,…), canales y canaleras, tajaderas en los regadíos, piezas de pozos y para hacer estacadas. Las estacadas eran empalizadas construidas para sujetar los taludes del río o impedir que se desmoronaran las ribas de las acequias. Para lo que no sé utilizó nunca es para construir barcos ya que es un árbol que no sirve para hacer tablones, si esto hubiera sido posible, hoy, con total seguridad, no quedaría ninguna. Por el carácter aromático de la madera, las gentes de Robledo también la usaban para la fabricación de armarios roperos.

Y, como no podía ser menos en un árbol mítico, la sabina está también presente en la simbología religiosa. Su resina aromática la empleaban en la iglesia de Robledo como incienso (thurifera significa "portador de incienso”).
La única madera de sabina que hoy se puede aprovechar es la que resulta de la demolición de viejas casas y construcciones que usaban a la sabina como viga. Ya pueden tener la casa 300 años, que la madera está intacta.

Caminar entre las sabinas centenarias, observarlas y sentirse observado por ellas, disfrutar de su silencio roto solo por el sonido de algún pájaro o del viento entre sus ramas, respirar su aire y embriagarse de su atmósfera, descansar en sus sombras, permite llegar a un estado de relajación y bienestar que solo conoce el que lo ha experimentado.

“El Sabinar” de Robledo es un paraje único, digno de visitar y disfrutar pero siempre pensando en su cuidado y conservación.